Herrera y Reissig, miembro de la llamada Generación del 900, es ejemplo del progresivo retraimiento al que se obligó a una poesía que quiso ser «moderna», modernista, en consonancia con una sociedad crecientemente industrializada, positivista, tecnificada y heredera del racionalismo de la Ilustración. La poesía que exaltaba lo nuevo, criticaba lo precedente y reaccionaba contra las perezosas repeticiones y los amaneramientos formularios encuentra en Herrera uno de sus mayores representantes.
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