La vida oral de los romances no se entiende sin conocer el trabajo de los músicos profesionales menos encumbrados, los conocidos como ministriles. Aunque en general no muy bien tratados por los escritores, sus corporaciones profesionales dejaron una gran cantidad de información documental pues eran contratados por las grandes capillas musicales (catedrales y colegiatas, grandes magnates y la misma casa real); sin embargo, su repertorio profano, documentado en diversas fuentes indirectas, nos es totalmente desconocido. Es posible que algunos cancioneros nos hayan conservado la poesía que recogían para atender a sus necesidades profesionales, pero sería ejecutada de memoria o improvisada, de ahí la falta de partituras.
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