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Resumen de Aprendiendo de los urbanismos bottom-up: nuevas tácticas, nuevos tiempos, nuevos lugares, nuevos procesos y una nueva estética

Carlos García-Vázquez

  • En mayo de 2009, el Departamento de Transporte de Nueva York se atrevió a cerrar Times Square al tráfico, dotando al espacio público así peatonalizado de una serie de modestas jardineras. Inesperadamente, la nueva plaza se llenó de gente, tanto que la alcaldía hubo de comprar cientos de tumbonas de jardín para que pudiera sentarse. Un año después, Mike Lydon y Anthony García, directores del estudio The Street Plans Collaborative, fundaban el movimiento "Urbanismo Táctico". En el segundo volumen del libro Tactical Urbanism (2012), The Street Plans Collaborative recopiló 24 tácticas de intervención en el espacio público que el movimiento amparaba bajo su paraguas (Lydon et al., 2012). Se trataba de intervenciones llevadas a cabo en Estados Unidos durante la década anterior por grupos tales como City Repair, Rebar o Depave. Lo que compartían estas acciones era el activismo social, la informalidad, la temporalidad, el uso de materiales low cost y, muy especialmente, su carácter bottom-up: la mayoría de ellas habían sido propuestas, implementadas y gestionadas por comunidades vecinales.La revista Dearq dedica el presente número a los denominados "urbanismos bottom-up". En realidad, su origen es muy anterior a los casos que Lydon y García recogieron en su libro. Hay quien lo sitúa en los años 1970, estrecha-mente vinculado a los movimientos contraculturales de esa década. En cualquier caso, lo que está claro es que los urbanismos bottom-up comenzaron a expandirse tras la crisis económica de 2008, y fueron sancionados por las administraciones públicas tras otra crisis, esta vez de carácter sanitario, ocasionada por la epidemia de COVID-19 de 2020.


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