Dos décadas después del 11-S, en un contexto marcado por la caótica retirada de Estados Unidos de Afganistán, conviene hacer balance de la «guerra contra el terror» iniciada por George W. Bush en 2001.
La rapidez de la caída del Gobierno afgano y la vuelta al poder de los talibanes –tras veinte años de enfrentamiento con las tropas estadounidenses y sus aliados– cuestionan el sentido y pertinencia de esta guerra.
En el ámbito de la lucha antiterrorista, en vez de haber eliminado la amenaza terrorista yihadista, la «guerra contra el terror» ha contribuido a su expansión en el mundo y ha favorecido importantes retrocesos en los derechos humanos y en las libertades individuales y colectivas.
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