Dos epígrafes que marcan la tensión sobre la que indaga el presente artículo. En el primero, Raimundo Cuesta Fernández (1997), en armonía con numerosa bibliografía, afirma el papel "nacionalizante" de la escuela y, en ese marco, de la historia escolar; en el segundo, profesor de historia, del Colegio Nacional más prestigioso de Córdoba en la primera década del siglo XX, le otorgan a la historia una función prioritariamente moralizante. ¿Cómo se entiende la aparente contradicción de ambas aseveraciones? ¿qué uso social atribuirle a la disciplina escolar historia? Desde donde leer estas y otras contradicciones, ¿diferencias temporales / espaciales, ideológicas, de estrategias políticas?
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