La privanza real que gozaba el duque de Lerma con Felipe III le convirtió en el hombre más influyente y poderoso de la monarquía española después del propio soberano. Detentando los oficios de sumiller de corps y caballerizo mayor, asumió gran parte del gobierno de las Casas Reales y el primer lugar en el ceremonial público y privado de la corte junto al rey, y con la autoridad del favor real controló el manejo de los papeles, el despacho de negocios de toda índole y la distribución del patronazgo real por espacio de dos décadas.
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