Cuando el 4 de agosto de 2005, el desertor Eden Nathan Zada asesinó a 4 árabes israelíes en Shfaram, el primer ministro Ariel Sharon condenó “el acto vil de un terrorismo judio deseoso de sangre”. El ministerio de defensa replicó que a los ojos de la ley Zada no era un “terrorista” puesto que no pertenecía a una organización “hostil a Israel”. Esta decisión, subrayó el diputado Mohamed Barakeh, “destila un fuerte perfume de racismo”. Hasta en la muerte los palestinos de israel siguen siendo ciudadanos de segunda categoría…
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