El nuevo escenario mundial provocado por la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la gran diferencia entre cercanía entendida físicamente y cercanía en sentido existencial, cercanía como proximidad. Hoy más que nunca hemos podido comprobar qué supone realmente estar cerca del Otro, y las diferentes maneras de hacerse próximo o permanecer ausente.
Apostaremos por aprovechar la lejanía, la distancia, para buscar la proximidad olvidada y confundida con contigüidad. Sin embargo, se torna inevitable ahondar también en una perspectiva menos optimista que permita reflexionar sobre las carencias que implica la soledad del aislado o del que es privado del contacto frecuente, desenfadado, comprometido con el Otro. Hemos sido privados de los abrazos. La imposibilidad o dificultad para abrazar desemboca en soledad, soledad en múltiples formas y versiones, soledad ante la ausencia del Otro en su forma más próxima.
Así, podemos decir que concluiremos con una revisión de las posibilidades de la Ausencia: por un lado, ausencia como oportunidad para tomar conciencia de en qué consiste realmente la proximidad; por otro, ausencia como calvario de un existente que aún demanda abrazo, caricia, cuerpo.
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