La Esfinge y La venda, las primeras obras teatrales de Unamuno, en pleno auge del Simbolismo europeo cuya asimilación, por Unamuno, no deja de ser problemática. Estas dos obras ofrecen rasgos a la vez modernos y arcaicos, en los planes teóricos, literarios y escénicos, pero no siempre donde la crítica (la de entonces y la actual) suele verlos. El análisis de las influencias ejercidas por los artistas simbolistas, por Maeterlinck, Ibsen, Sudermann, Gual, etc., sigue siendo una asignatura pendiente. La “modernidad” teatral de Unamuno, hacia 1900, marcada por tantas contradicciones, resulta a la vez posible e imposible.
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