Uno de los fundamentos de qualquier gobierno populista que se precie es el amigismo. Colocando en altos cargos a gente de confianza, el buen dictador se asegura una adhesión sin paliativos. Ya otra cosa es su solvencia, su capacidad. Sobre esta lección de política habla nuestro articulista, y sobre cómo en Venezuela esta clase magistral es una práctica cotidiana
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