El siglo XX, que está próximo a su término, ha supuesto la pérdida de la hegemonía europea a escala mundial y la consolidación de una serie de potencias o espacios económicos que, como Estados Unidos y Japón, o de manera más exacta América del Norte y el Extremo Oriente asiático, se han caracterizado en los últimos tiempos por la mayor eficiencia de sus estructuras productivas y financieras. Las causas del declive europeo se encuentran, en buena medida, en la existencia de un mapa político definido por las divisiones entre Estados-nación de fuertes raíces históricas que provocaron el estallido de dos grandes guerras (1914-1918 y 1939-1945), saldadas con la destrucción de numerosas regiones y ciudades. Asimismo, la pérdida de los imperios coloniales en los años cincuenta y sesenta fue mal digerida' por las economías de algunas metrópolis (en especial, Gran Bretaña y Bélgica) y la transición desde antiguos sistemas de organización industrial hacia modelos más flexibles de producción de bienes estuvo plagada de dificultades en áreas de gran tradición fabril.
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