Barcelona, España
La transición económica de las Hispaniae, desde la época republicana tardía hasta el Alto Imperio, no puede disociarse de los inicios de la explotación colonial romana. Tal como ya había sucedido con Cartago, la península ibérica se presentaba a los ávidos ojos del Estado romano fundamentalmente como un territorio de recursos minerales infinitos. Con posterioridad, los siglos I y II constituyen uno de los períodos económicos más destacados de la península ibérica, un estímulo basado en un sofisticado sistema de explotación minera y en una agricultura intensiva en productos susceptibles de generar grandes beneficios, como el vino o el aceite de oliva. Un modelo económico, por otra parte, que en el siglo III requeriría de una profunda transformación, y al que solo algunos productos, regiones y ciudades supieron adaptarse.
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