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Un nido destrozado y sin relojes de cuerda. Alegorías didácticas del cambio climático

    1. [1] Escuela Internacional de Doctorado. Málaga. España.
  • Localización: Revista Educación Ambiental y Sostenibilidad: REAYS, ISSN-e 2659-708X, Vol. 3, Nº. 1, 2021, pág. 1501
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • A shattered nest with no mechanical clocks
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Este artículo pretende retratar un mundo para proponer otro. Uno sabe que la ambición es grande, pero confía en que las probabilidades, aunque aún escasas, evolucionen a mejor. El retrato del mundo actual, el que nos está tocando vivir, podría perfectamente dibujarse con cualquiera de las varias alegorías con las que se ha representado el estado de pandemia en el que nos encontramos; una mascarilla, por ejemplo. Tanto hemos viajado por el mundo entero; tanto y a tantos hemos querido conocer; tan grandes han sido la masa y la velocidad del movimiento, que su creciente inercia y la fuerza de su arrastre, se ha llevado por delante al sentido de la prudencia: la virtud que Aristóteles, en su Moral a Nicómaco, atribuía al hombre que es en general el que sabe deliberar bien. Y para eso, para recuperar la correcta deliberación perdida, la educación se ha mostrado siempre como la mejor de las herramientas humanas. La defensa de la biosfera la hace ahora, además, especialmente necesaria. Dos alegorías más se han añadido aquí. Una para un esbozo del mundo actual: un nido destrozado y al borde de su inutilidad. La otra, como posibilidad de vuelta a la prudencia olvidada: la sustitución de los relojes eléctricos por los mecánicos de cuerda.

    • English

      This paper tries to portray a world to propose another. I know that the ambition is great, but I trust that the probabilities, although still slim, will evolve for the better. The portrait of the current world, the one in which we are living, could perfectly be drawn with any of the various allegories with which the pandemic state in which we find ourselves has been represented; a face mask, for example. We have travelled the whole world so much; so much and so many we have wanted to know; so great have been the mass and the speed of the movement, that its increasing inertia and the force of its dragging, has almost eliminated the sense of prudence: the virtue that Aristotle, in his Moral to Nicomacheus, attributed to man that it is generally the one who knows how to deliberate well. And for that, to recover the correct deliberation lost, education has always shown itself to be the best of human tools. The defense of the biosphere now makes it, furthermore, especially necessary. Two more allegories have been added here. One for a sketch of today's world: a shattered nest on the brink of worthlessness. And another as a possibility of returning to forgotten prudence: the replacement of electric clocks by mechanical ones


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