Oviedo, España
Asturias ofrece en el primer tercio del siglo XX una configuración sociopolítica marcada por la fuerte implantación de las organizaciones obreras que, en los años 1930, llegan a ser hegemónicas desde el punto de vista político y cultural. La derrota sufrida en la guerra civil, supone un corte drástico y bañado en sangre (unas 7.000 víctimas mortales de la represión franquista en una región de 850.000 habitantes) y la instauración de una dictadura que emplea denodados esfuerzos en borrar todo vestigio de ese pasado. Esta herencia pervivirá, sin embargo, de modo soterrado y se expresa en formas de resistencia que descansan sobre solidaridades primarias que requieren muy escasa o ninguna organización, giran en torno a propósitos concretos y ampliamente compartidos y entrañan un riesgo limitado por su carácter en apariencia no político. Las mujeres asumen el peso de las expresiones de solidaridad basadas en los lazos familiares o los vínculos comunitarios, en tanto que los hombres protagonizan las centradas en el ámbito local. Estas resistencias y ayudas remiten a códigos de conducta y valores compartidos, hasta el punto de que en no pocas ocasiones se hacen efectivas a través de formas de comunicación no verbal. Sobre estas prácticas de solidaridad y resistencia apenas organizadas se asienta, no obstante, la actividad de los exiguos grupos organizados que desarrollan una militancia activa contra la dictadura y de algunas de esas solidaridades primarias obtienen recursos -tanto materiales como morales- indispensables para proseguir su lucha. La huelga sirvió de elemento de división y de identificación de las distintas corrientes que intervinieron en el movimiento obrero brasileño. Las posturas lejos de permanecer fijas variaron a los largo de las distintas coyunturas igual que fue cambiado el peso de la huelga en las iniciativas de las diversas sensibilidades que se dieron en el conjunto del movimiento.
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