En este artículo se sostiene que sin Saddam Hussein, Irak seguiría siendo un peligro a mediano plazo, aunque desplazado de lo estrictamente militar al plano político. La era post-Hussein dejará la realidad íntima de ese país al desnudo y sus ropajes podrían ser un regalo envenenado. Es que desde que se trazaron las fronteras, en consonancia con el acuerdo Sykes-Picot de 1916, Irak es en esencia el país más frágil de una zona siempre conflictiva.
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