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Resumen de Castigados (Consideraciones sobre el trabajo de Santiago Sierra)

Fernando Castro Flórez

  • Estamos atravesando, aparentemente, el mar en calma de la ultra-banalidad, acaso el territorio más peligroso de todos, en el que puede acontecer un naufragio patético. En una acelerada clonación del imaginario artístico termina por imponerse el modelo de la diversión con una suerte de recuperación del estilo camp (ese kitsch neo-ingenuista que no responde tanto a los vapores místicos cuanto a un cinismo terminal) que, sin embargo, tiene pretensiones ¿críticas¿, esto es, camufla su impotencia política con verdaderas sobredosis de sociologismo y, sobre todo, busca integrarse en lo comunicativo cuanto antes mejor. Como justa correspondencia al imperio mediático del karaoke y al impulso melodramático de reality-show narcolépsico, el arte contemporáneo, casi de forma masiva, decide transformarse en un criadero de polvo en el que el hipnotismo de la música techno, la confesionalidad sexual o para-psicoanalítica y la pose políticamente correcta pueden ser lo mismo: decoración al mismo tiempo escatológica e higienizante, productos amnésico-museales, respuestas conductistas a la tematización que ha impuesto lo que denomino curatorismo Cuando los comportamientos en el espacio público están oscilando entre las consignas más banales y el hermetismo estupefacto, Santiago Sierra realiza acciones contundentes que fenomenológicamente están reducidas al título en su elementalidad: Supresión de la tarima del doble suelo (1999) en el espacio Ex-Teresa Arte Actual, en México D.F., cumple lo que enuncia, esto es, desmantela un entarimado que había condicionado todas las exposiciones que se venían realizando ahí desde hace años. Sus piezas no dejan a nadie indiferente, dado que incluso aquellos que escriben que se han ¿aburrido¿ ante sus obras en realidad retorizan la irritación profunda que les producen las piezas de Sierra que no ocupa ya, ciertamente, un lugar periférico en el mundo del arte sino que es reclamado por los Museos, participa en las más importantes Bienales y expone en galerías muy prestigiosas. Aunque pudiera pensarse que la actividad profesional vertiginosa de Sierra y su evidente contextualización ¿institucional¿ están neutralizando la radicalidad de sus planteamientos (ya sea por la previsibilidad, la deriva manierista o, sobre todo, por la capacidad histórica del capitalismo para integrar todo aquello que, en principio, se le opone), la polémica que surgió a raíz de su designación para representar a España en la 50ª. Bienal de Venecia (2003) confirma que éste es todavía un artista incómodo y, sobre todo, que la intervención en el Pabellón encarnó ejemplarmente una honda reflexión sobre la política de exclusión y la retórica de lo propio.

    Desde obras como Contenedor cúbico de 200 cm. de lado (1990) a 3.000 huecos de 180x50x50 cada uno (2002) advertimos que la actitud plástica de Santiago Sierra no es la de una ¿provocación informe¿, como algunos torpemente han señalado, sino que hay una voluntad formal extrema que supone una singular revisión del minimalismo. Recordemos que la estilística minimal está caracterizada, comúnmente, como un tipo de arte vacío, como un hacer, en palabras de Richard Wolheim, la obra de arte dejando ser a los materiales, en el que los elementos de decisión y desmontaje son decisivos junto al sentimiento de esterilidad o la retórica de la devastación. Recordemos que las estructuras seriales del canon minimalista supusieron un mazazo para la gestualidad abstracta dominante, así como un ¿colapso de la historia del arte¿, el rasgo de la dislocación que ha hecho que tengamos que plantearnos en este fin de siglo, una y otra vez, la pregunta por el lugar de la obra de arte. Rosalind E. Krauss considera el minimalismo, mas que una ruptura del decurso histórico, como el cumplimiento del desarrollo de la escultura moderna desde Rodin que coincidiría con la cristalización de dos corrientes de pensamiento, la fenomenología y la lingüística estructural, en la que se entiende que el significado depende de la manera en que cualquier forma de ser contiene la experiencia latente de su opuesto, la simultaneidad que acarrea siempre una experiencia implícita de secuencia. Santiago Sierra advierte, en una lúcida consideración, que el minimalismo toma prestado de la ciencia la pasión por la irrefutabilidad, ¿adaptaban su metodología creativa a la formulación de entidades sin carga representativa, sin anécdotas, a cosas reales por sí mismas, algo independiente de significados, algo esencial. Pero lo que lograron no fue la invención del cubo, o de la serialidad, o de los colores planos, que ya se encontraban en otra parte y de otras forma; a lo que llegaron fue a que les trajera sin cuidado todo lo demás, a ese gesto de suprema soberbia, difícilmente igualable por artista alguno, de anteponer la inmanencia a la necesidad. Me sorprende que la búsqueda de la esencia del objeto fabricado no nos lleve a la mercancía, que no se relacione el prisma con su facilidad de almacenamiento o que la concreción material de un plano liso no se asimile con un momento de la industria. También me sorprende mi propia fascinación por el objeto minimalista. En el fondo soy un minimalista con complejo de culpa. He visto pocas cosas más bellas que las de Judd o el primer Morris. Me adhiero a la máxima ¿menos es más¿ y nunca sus métodos constructivos andan demasiado lejos de los míos. Pero los uso como caja de herramientas, yo estoy hablando de otra cosa¿ (1). Efectivamente, cuando Sierra atraviesa un camión en el anillo periférico sur de México D.F. (Obstrucción de una vía con un contenedor de carga, 1998), como si un paralepípedo de Sol Le Witt o Donald Judd entrara en la turbulencia circulatoria para provocar un atasco ¿monumental¿ o bien dispone unos bloques de pan en una alineación (30 bloques de pan alineados, 1996) que parodia algunas obras de Carl André, cuando hace que unos sujetos sostengan un muro previamente arrancado de una galería (Muro de una galería arrancado, inclinado a 60 grados del suelo y sostenido por 5 personas, 2000) o atraviesa las paredes del espacio expositivo con estructuras geométricas (Construcción e instalación de 12 formas de 75x75x800 cm ordenadas en dos espacios, 2002) en las que puede advertirse cierta afinidad con las disecciones de Gordon Matta-Clark, está hablando de otra cosa; su deconstrucción del minimalismo, como ha comentado acertadamente Rosa Martínez, se fundamenta en la asociación que hace entre esa formalización, convertida en estilo internacional, y la mercancía y la muerte, ¿concebidas ambas como tareas administradas por el capital¿(2).

    (...) NOTAS (1). Santiago Sierra entrevistado por Rosa Martínez en Santiago Sierra, Pabellón de España, 50ª Bienal de Venecia, Ministerio de Asuntos Exteriores, Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas, y Ed. Turner, Madrid, 2003, p. 168.

    (2). Rosa Martínez: ¿La mercancía y la muerte¿ en Santiago Sierra, Pabellón de España 50ª Bienal de Venecia, 2003, p. 18.


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