Los últimos tres años del reinado de Fernando VII, desde 1830 hasta 1833, estuvieron en gran parte dominados por la cuestión de la sucesión dinástica al trono, para procupar que su legítimo descendiente femenino, su hija, la Princesa Isabel, le sucediera. Con ayuda de la reina consorte, Mª Cristina, Fernando addopto numerosas medidas políticas para evitar toda pretensión por parte de su hermano, el Príncipe D. Carlos, y sus ultrarrealistas seguidores, denominados Carlistas.
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