¿Por qué, si alguien me pusiera en el (imposible) brete de tener que elegir uno solo de los poemas de don Álvaro, me quedaría sin vacilar con “Funeral en Viana”? La palabra vida (junto con su hermana muerte) explica mi elección. Ante lo que estamos aquí es ante un gran poema de la vida y de la muerte… si se me permite la perogrullada. Todo poema –de ahí, don Perogrullo– es de algún modo poema de la vida y de la muerte. Todos (si son grandes: si son poemas) giran, lejana o cercanamente, en torno al eje que funda al mundo y marca el destino de los hombres. Pero “Funeral en Viana” lo hace de manera abierta, radical, central: con la condensación quintaesenciada de su palabra.
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