El hecho de que Felipe IV recibiese una notable formación, en la que no faltaron las lecciones de dibujo a cargo del dominico fray Juan Bautista Máino, en un entorno provilegiado donde obras de primer nivel de los artistas más relevantes colmaban las estancias de los sitios reales, es posible que motivase su decisión de destinar grandes recursos económicos y personales a las artes.
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