Hoy nos encontramos con el hecho paradójico de que cuando hemos construído una sociedad más "racionalizada" se ha producido la "irracionalidad" más asombrosa, en lo económico, en lo político y en lo cultural. Porque lo racional se ha desvinculado de lo simbólico. ¿Qué ofrece la Iglesia en esta situación? ¿Qué debería ofrecer? Se impone la necesidad de una alternativa. Pero, ¿en qué sentido debería orientarse tal alternativa? He aquí las cuestiones que aborda este artículo.
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