Cuando han desaparecido los marcos de referencia últimos, de carácter ideológico o religioso, que ofrecían seguridad y un sentido totalizante, los jóvenes, carentes de esos referentes en una sociedad secularizada y pluralista, asumen sus valores a través de procesos complejos, en los que prima la individualización; cada uno va estructurando su propio universo simbólico, seleccionando de la oferta existente aquello que le conviene, que responde a sus intereses e inquietudes existenciales. El autor hace un análisis sociológico de este proceso.
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