España, como es bien sabido, participó en muy escasa medida en las realizaciones y avances de la ciencia europea del siglo XVII. Una serie compleja de factores políticos, sociales, económicos e ideológicos se sumaron, provocando el distanciamiento, cada vez mayor, de la actividad científica europea. El aislamiento ideológico, impuesto inicialmente para preservar la ortodoxia religiosa, actuó cada vez con más fuerza, como una barrera para la penetración de las nuevas corrientes filosóficas y científicas.
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