No pensar en un edificio de 22 departamentos, sino en un conjunto de 110 habitaciones cambia todas las coordenadas desde las que se concibe la vivienda urbana en densidad. Esa especulación conceptual inicial empuja la especulación arquitectónica (transformar esas habitaciones en departamentos y en un edificio) y también la económica: convencer a un cliente inmobiliario de que la homogeneidad tipológica puede ser un buen negocio, pues permite la flexibilidad de usos.
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