La trascendente labor historiográfica de Eduardo Ibarra ha permanecido aletargada durante excesivo tiempo. Nadie como él encarna la metáfora de unos tiempos preñados de eclecticismo y de cierta desolación intelectual. Desde una apuesta sincera por la renovación pedagógica de las anquilosadas estructuras académicas de principios de siglo, sus aportaciones a la historia económica, a la Economía en suma, se definen en tres vertientes fundamentales: su labor como pionero de la historiografía económica, la reivindicación de la interdisciplinaridad, y el intento baldío de institucionalizar la nueva senda de investigación que él mismo se encargó de abrir
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