“Bendito seas maestro”. Esta frase fue repetida una y otra vez por parte de los estudiantes cuando hablaban o se referían al doctor Baldó, quien con su actitud optimista y personalidad avasalladora, ganó, probablemente mejor que nadie, el título de “maestro” entre su círculo de estudiantes y hasta colegas, quienes sentían admiración profunda por este hombre que sabía ser esposo, padre, médico, docente e investigador, sin descuidar ningún rol.
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