La ciudad de Nápoles observaba, en la segunda mitad del siglo XVI, un calendario festivo particularmente denso, entre los festejos de sus casi treinta santos patronos, las solemnidades del año litúrgico, las ceremonias virreinales y las efemérides de la Corona (nacimientos de herederos, casamientos, victorias militares…). Las instituciones cívicas se veían entonces presionadas por el esfuerzo de renovar continuamente las expresiones festivas, para mantener viva la curiosidad y seguir sorprendiendo el variado público partenopeo. Tales necesidades se traducían en la adopción de inteligentes prácticas de reutilización de los recursos disponibles, para garantizar la espectacularidad, a pesar de la naturaleza reiterativa de los festejos. La presente comunicación se centra en el análisis de estas dinámicas para acercarse a la “puesta en escena” de las ceremonias y apreciar la ingeniosa realidad de las decoraciones festivas, más allá de la apabullante retórica de las relaciones impresas.
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