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Resumen de A vueltas con la identidad hispana

Rosana Hernández Nieto

  • El aumento de los hispanos en EEUU y la creciente presencia del español no han tenido un reconocimiento en el ámbito legal. La respuesta oficial ha sido reforzar el monolinguismo en inglés como esencia de la identidad del país.

    La población hispana en Estados Unidos se ha incrementado de forma exponencial en los últimos 50 años como resultado, sobre todo, de la inmigración latinoamericana. Consecuentemente, el número de hispanohablantes en el país ha alcanzado niveles históricos. Lejos de encontrar un reconocimiento en el discurso público, la respuesta oficial a la creciente presencia del español y de otras lenguas ha sido reforzar el inglés como símbolo de la identidad estadounidense. Esta discrepancia entre la realidad y la oficialidad supone una dificultad para el futuro del español: una vez que la inmigración se ralentiza y la demografía no es favorable, las cuestiones identitarias adquieren relevancia para mantener la lengua. En ese contexto, frente al sólido discurso del inglés como lengua de la identidad nacional, continúa aún sin definir el significado de ser hispano y el español sigue siendo una lengua excluida de la vida pública.

    De acuerdo con los datos más recientes de la Oficina del Censo, existen en la actualidad 57,5 millones de hispanos en EEUU. Desde 1970, cuando eran 9,1 millones, la cifra se ha incrementado en un 532%, fruto en buena medida de la inmigración procedente de América Latina. La aprobación en 1965 de la Ley de Inmigración y Nacionalidad o Hart-Celler Act, que eliminaba las cuotas por origen nacional para entrar en EEUU, provocó que las llegadas desde Latinoamérica se multiplicaran en las tres décadas siguientes. Como ejemplo del peso de la inmigración, el Pew Research Center indicaba en 2015 que, si solo se tuviera en cuenta el comportamiento demográfico de los latinos en el país, sin las nuevas entradas entre 1965 y 2015, los hispanos representarían hoy el 8% y no el 17,8% del total de la población.

    El boom demográfico ha ido asociado a un aumento de la presencia del español en el país. Las últimas cifras publicadas hablan de 40,5 millones de hispanohablantes, a los que habría que sumar varios millones de personas indocumentadas que hablan español. Los flujos migratorios han sido fundamentales en la expansión de la lengua: puesto que con cada generación aumenta la competencia en inglés y disminuye el uso del español, la llegada constante de hispanohablantes es una garantía para su supervivencia.

    Este incremento de la presencia de la lengua española en la realidad norteamericana no ha tenido, sin embargo, un reconocimiento en el ámbito legal. Al contrario, la respuesta de la oficialidad estadounidense ha sido reforzar el monolingüismo en inglés como rasgo esencial de la identidad del país. Las posturas asimilacionistas, que consideran que las culturas diferentes tienen que adaptarse a la mayoritaria y renunciar a sus características propias, se han manifestado en las sucesivas declaraciones del inglés como lengua oficial, en las restricciones al uso de otras lenguas en instancias gubernamentales y en las limitaciones a la enseñanza bilingüe. Frente a este discurso, otras posturas reconocen el multilingüismo de EEUU y admiten que no ser anglohablante supone una dificultad para acceder a programas y servicios públicos, introduciendo un elemento de desigualdad. Para corregirla, el gobierno debe prestar asistencia a las personas con otras lenguas. A pesar de tratarse de un discurso más tolerante con la diversidad, esta ayuda se concibe a menudo como un apoyo en la transición hacia el inglés y no como un reconocimiento de otras lenguas como americanas.


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