Al finalizar la guerra sertoriana (72 a.C.), Pompeyo Magno levantó en los Pirineos unos magníficos trofeos conmemorando tanto su reciente victoria en la Península Ibérica como la implantación de su poder e influencia en Occidente, a la vez que señalaba los nuevos límites fronterizos entre Hispania y la Galia.
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