Tras las guerras civiles del último siglo de la República el emperador Augusto, heredero de Julio César, quedó como líder supremo con poderes casi absolutos. Emprendió una profunda revisión de todas las estructuras políticas y administrativas, promoviendo una gran reforma administrativa en Hispania entre el 16-13 a.C. De las tres nuevas provincias, la Tarraconense y la Lusitania quedaron bajo directo control del emperador, mientras que la Bética pasó a depender del Senado y del pueblo de Roma. La capital de la que oficialmente se denominó Hispania Ulterior Baetica, quedó establecida en Colonia Patricia Corduba (Córdoba).
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