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Paz en Colombia, esta vez es posible

  • Autores: Shlomo Ben Ami
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 30, Nº 170, 2016, págs. 42-49
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Son muchos los factores que deben conjugarse para que una negociación de paz salga adelante. Colombia ha logrado fortalecer el Estado y ha aprovechado un contexto regional favorable para que esta vez se pueda alcanzar la paz en un marco compatible con la justicia.

      La estrategia de paz del gobierno colombiano con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se entiende como un intento de integrar el territorio nacional, desarmar a los grupos insurgentes, y restaurar tanto el monopolio del gobierno sobre el uso de las armas como su control sobre la totalidad del país. No se trata de un acuerdo para reestructurar el país y el Estado a la imagen marxista de la guerrilla; más bien conseguir un acuerdo esencialmente político lo más digerible posible para la democracia liberal colombiana.

      Colombia no es un Estado fallido ni una democracia efímera, como podrían ser los casos de El Salvador y Guatemala, que requiere ser reconstruida desde sus bases. Serán necesarias reformas de profundo calado como la Ley de Restitución de Tierras y de Víctimas, eso sí, pero no desmontar el Estado para reconstruirlo como aspiraba la guerrilla a lo largo de una guerra de medio siglo con sus casi 250.000 muertos y más de seis millones de desplazados.

      Además del extraordinario éxito de la política de Seguridad Democrática del presidente Álvaro Uribe con Juan Manuel Santos como ministro de Defensa - una estrategia que acabó diezmando a la guerrilla de forma decisiva -, la razón por la cual las FARC finalmente respondieron al momento histórico está indudablemente relacionada con la brillante política regional del gobierno colombiano, que ha sabido reconciliarse con los países del eje bolivariano, achicando de esta manera el espacio político latinoamericano en el que se movía la guerrilla. El caso del proceso colombiano no es, pues, muy diferente a lo que sucedió en Oriente Próximo y Centroamérica, donde fue el cambio en el entorno internacional y regional, surgido tras el final de la guerra fría, el que creó las condiciones para el inicio de un proceso de paz.

      Además, a través de la Ley de Restitución de Tierras a los millones de desplazados y desheredados de este conflicto, el hoy presidente Santos ha encaminado Colombia hacia la paz desmitificando el atractivo de un grupo guerrillero que utiliza la bandera de la reforma agraria para justificar indecibles atrocidades. Este ha sido un enfoque original, ya que aspira a conseguir la paz a través de la pacificación de las regiones violentas, haciendo justicia con los campesinos desheredados, y mejorando radicalmente la vida de millones de habitantes de las zonas afectadas por el conflicto.

      La experiencia empírica transmite mensajes mixtos a Colombia. Por una parte, estudios comparativos indican que la construcción de la paz se facilita cuando los conflictos no giran en torno a identidades étnicas o nacionales. Y el colombiano no es un caso étnico-nacional. Por otra, la riqueza de Colombia en recursos naturales ofrece una causa a los insurgentes. La experiencia conocida es que países que dependen poco de la extracción de recursos naturales tienen mayor probabilidad de éxito en la construcción de la paz. También es el caso de los conflictos de bajo coste en víctimas y desplazamientos, asociados con una mayor efectividad en la construcción de la paz, pues los impedimentos psicológicos a la reconciliación suelen ser menores. En cuanto a la duración del conflicto - y este es el caso de Colombia -, cuanto mayor sea, mayor será la probabilidad de que tanto las negociaciones de paz como una efectiva construcción de la paz acaben en éxito.


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