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Nuevos programas y nuevos retos: la casa sindical de Valladolid

  • Autores: María Jesús González Díaz, Alicia González Díaz
  • Localización: II Congreso Pioneros de la Arquitectura Moderna Española: Aprender de una obra: Actas digitales de las Comunicaciones aceptadas al Congreso / coord. por Teresa Couceiro Núñez, 2015, ISBN 978-84-606-7879-3, págs. 342-353
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • En los años 50 fue proyectada la Casa Sindical de Valladolid en un céntrico solar en esquina de 1536 m2 por Julio González Martín1, de la generación de arquitectos que, formados en la República (nacido en 1910), afrontaron el reto de introducir el nuevo lenguaje del Movimiento Moderno en circunstancias y programas hasta entonces con escasos precedentes, como la Casa del Pueblo en la propia ciudad, y referencias del momento como la Casa Sindical de Madrid de Francisco Cabrero.

      El complejo programa funcional de equipamiento público y semipúblico (usos sindicales, oficinas, academias, salón de actos para 450 personas, viviendas, gimnasio, etc.) fue afrontado con una flexibilidad que ha favorecido que el edificio se encuentre aún en pleno uso y mantenga su capacidad simbólica sin que sus valores arquitectónicos y estructurales hayan variado un ápice.

      El edificio, uno de los 5 de este mismo arquitecto incluidos en el registro DoCoMoMo, presenta unas características muy marcadas que introducen el Movimiento Moderno en equipamientos de la ciudad, donde sólo algún programa residencial de pre-guerra y religioso en época posterior (los Dominicos de Fisac) habían desarrollado conceptos novedosos. Su completo tratamiento fue atendido como correspondía a la fuerte carga simbólica de su momento, y las referencias superaron los esquemas tradicionales para mirar hacia Europa. La interpretación urbana del ángulo contrasta con aire innovador en el contexto neo-regionalista y fachadista existente en su entorno: la Casa Sindical muestra una vocación moderna sustituyendo el concepto de fachada por una macla volumétrica, en la que no hay un delante y un detrás, superados por una tratamiento libre de cuerpos funcionales sin espacios de diferentes jerarquías.

      La estricta y adecuada modulación, hábilmente organizada para encajar el funcionamiento de los diversos usos, origina una ley de formación basada en ritmo, proporción y adecuación de materiales como elementos a la vez funcionales y compositivos, escuetos, sin remilgos ni elementos superfluos y base de un lenguaje plástico que ha asegurado su supervivencia, ejemplaridad y adaptación a modificaciones temporales. Sorprende la riqueza organizativa, la dignidad del edificio y la coexistencia de complejas funciones (con diversos horarios y pautas de funcionamiento) conseguidas con novedad y riesgo tecnológico (pilotes y grandes luces de 10 m) que, desde la perspectiva higiénico-funcional, además de flexibilidad y transparencia aseguran confort pues absolutamente todos los puestos de trabajo disponen de iluminación y ventilación naturales, adelantándose a estándares actuales. La adecuada aplicación de los materiales constructivos a sus funciones (piedra local de Campaspero, granito y ladrillo visto en diferentes aparejos en exteriores e interiores, revestimientos de madera) se complementó con el cuidado tratamiento de los interiores, atención hacia el mobiliario y los detalles, despieces de carpintería, acristalamientos interiores, y el arte aplicado en obras delicadísimas del escultor Antonio Vaquero que avanzan la actual señalética.

      Resulta especialmente importante hoy su valoración pues obras inadecuadas pueden reducir su ejemplaridad arquitectónica, ignorando que este patrimonio es valioso tanto por su escasez tipológica (otros serían los Sindicatos de Almería, Oviedo, Ávila, Granada, Cabra y Jaén), como por su propia y evidente calidad.


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