En el siglo xv, los judíos de la península Ibérica iniciaron una diáspora tras el Decreto de Expulsión impuesto por los Reyes Católicos. Beyazid, el sultán del Imperio otomano, ofreció hospitalidad a estos sefardíes, que se instalaron en ciudades como Salónica, Esmirna y Estambul. Salónica se convierte así en un puerto comercial y cultural importantísimo, un lugar único de intercambio promovido especialmente por las redes de confianza que establecieron estos sefardíes. La época dorada de la ciudad continuó con la aparición de la imprenta y se extendió hasta el siglo xix, con la llegada de un grupo privilegiado de judíos livorneses que actuaron como transmisores del comercio occidental. Tras la invasión griega de Salónica en 1912 se inicia una nueva diáspora hacia Occidente que supone el final del sefardismo como tal. Sin embargo, sus frutos, desde el marranismo hasta los deunmés turcos, perviven en el origen de las grandes corrientes de la modernidad que actualmente encontramos en el Mediterráneo y que conforman su identidad plural.
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