En 2002, la economía española tendrá una expansión económica menor que la de años anteriores, lo que llevará a un menor ritmo de creación de empleos y a un descenso del consumo de las familias. En consecuencia, la demanda inmobiliaria se debilitará y descenderá el número de transacciones de vivienda y se estabilizarán los precios residenciales. La iniciación de viviendas descenderá un 30% aunque aún se mantendrá por encima de la media de los últimos diez años.
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