El prestigio literario del maldito ha sobrevivido a la extinción de sus principios. Aquella ética heterodoxa y desafiante ha desparecido, y hoy apenas queda la sombra de aquello, sus formas, que en ocasiones sirve a personajes huecos con obras menores para configurar cierto estilo de vida con que dar lustre a lo que no lo tiene. ¿Dónde reside hoy la autenticidad perdida?
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