No siempre es fácil romper con el pasado. Y éste, a veces, puede volver a aparecer bajo la sombra de antiguos dirigentes que traen bajo el brazo viejos escándalos incómodos de gestionar para los nuevos e impolutos líderes. Este es el caso de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, inmersos en plena noria de declaraciones en el Supremo por los EREs fraudulentos y cuyo futuro judicial se ha convertido en asunto de máxima trascendencia, tanto para el PSOE como de cara al futuro gobierno de Andalucía. Un embarazoso problema cuyos daños colaterales tienen que encajar por igual los distanciados Pedro Sánchez y Susana Díaz. Para el primero, al cuestionar uno de los ejes de su ideario, la limpieza a ultranza. Para la andaluza, al colocar al borde del abismo y a expensas de un calendario de infarto su tan ansiada investidura como presidenta de la Junta, pendiente de las “líneas rojas” impuestas por Podemos y C´s. Una verdadera patata caliente en cuyo desenlace, de aquí al verano, todos perderán alguna pluma política.
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