Se ha escrito mucho sobre cómo ingleses y franceses han visto España, pero no tanto sobre la mirada de los viajeros hispanoamericanos. En 1892, Ricardo Palma llegó a la Península con ocasión de los fastos del IV Centenario del Descubrimiento de América. A través de sus libros y de su correspondencia, es posible reconstruir su lúcido análisis de un país en crisis, antes y después de la coyuntura decisiva de 1898. Sus relaciones con políticos e intelectuales de primera fila ponen de relieve los encuentros y desencuentros culturales entre la vieja metrópoli, nostálgica de las glorias imperiales, y unas repúblicas a la búsqueda de un referente modernizador
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