En 1974 cuando Tomás Szasz estaba en Puerto Rico, asustó a sus oyentes al decir: "Desde luego la diferencia entre yo y mi cliente esquizofrénico es básicamente una diferencia de opinión". Su punto, creo, era que una diferencia de opinión no justifica encarcelar a la gente, ni endrogarla, ni lavara sus cerebros. Su oposición a tales prácticas es bien conocida (Szasz, 1976, 1976 A).
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