En las últimas décadas la obesidad se ha convertido en un importante problema de salud pública en las sociedades desarrolladas y economías en transición. Los rápidos cambios sociales acontecidos desde mediados del siglo 20 impulsaron importantes transformaciones en los hábitos alimentarios y estilos de vida, con el progresivo abandono de los modelos alimentarios y técnicas culinarias tradicionales, importante disminución de la actividad física y aumento del tiempo de sedentarismo, dando como resultado un desequilibrio en el balance energético. La obesidad es un factor de riesgo asociado para muchas enfermedades crónicas. En los niños además de condicionar su salud como adultos, afecta su salud física, emocional y social durante la niñez. Según algunas estimaciones el coste de la obesidad puede representar hasta el 12% del gasto sanitario en algunos países. Se han desarrollado muchas acciones desde que en torno al año 2000 la OMS alertara sobre el problema. El análisis de los factores implicados en el origen del problema han llevado a reconocer la importancia de crear ambientes favorables para que las opciones alimentarias y de actividad física más saludables sean las más fáciles y asequibles en las actividades y entornos cotidianos más habituales, como colegios, medio laboral, entorno comunitario. Desde hace tiempo se dispone de evidencia de que las intervenciones más efectivas para la prevención de la obesidad infantil deben contemplar múltiples estrategias y prolongarse en el tiempo. Hoy además reconocemos la importancia de poner en marcha políticas que favorezcan entornos amables que estimulen la práctica de actividad física, favorezcan decisiones que permitan configurar hábitos alimentarios más saludables.
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