Si pensamos en la corrupción política, no es difícil que nos venga a la memoria una cascada de nombres de personajes vinculados a ella que abarca todo el espectro partidario y geográfico o un listado de sonoros e ingeniosos nombres de caos u operaciones policiales contra ella. La sensación que nos queda tras esta primera evidencia intuitiva es que corrupción y política van indefectiblemente de la mano y, más concretamente, que la corrupción política tiene unas dimensiones enormes en nuestro país.
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