En el presente artículo pretendemos mostrar cómo la idea de emancipación pudiera estar lastrada en la actualidad por la idea de la necesidad de no interferencia en los asuntos del otro. Ello se justifica por la aceptación del pluralismo como un valor irrenunciable. El tratamiento de este valor como absoluto propiciará un relajamiento en el enjuiciamiento moral, reduciendo el reproche a casos extremos, que en la práctica pueden equipararse a las normas positivas sancionadoras, equiparando la extensión de la moral con lo reglado positivamente. Para ello tomaremos parcialmente a MacIntyre, su crítica al �pluralismo� y su análisis del emotivismo.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados