El desarrollo de muchas sociedades del Tercer Mundo nos muestra una separación entre la modernidad técnico-económica, que es aceptada gustosamente, y la cultural-política, que es rechazada en nombre de los valores autóctonos. Para justificar este rechazo y devaluar los logros no-económicos de la modernidad, han surgido diferentes teorías, algunas de ellas muy populares, que se basan en la incertidumbre que produce la modernidad política y en el renacimiento de formas, a veces autoritarias, de construir la esfera política de manera autónoma.
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