Introducción. El culto a los cráneos es una tradición cultural que se remonta, al menos, al Neolítico. Sus principales manifestaciones son las cabezas trofeo, las máscaras cráneo, los cráneos moldeados y la reducción de cabezas. Se revisa desde una perspectiva neuroantropológica el culto a los cráneos en la América precolombina y en el presente etnográfico. Desarrollo. La tradición de moldear y pintar los cráneos de los antepasados se remonta al Neolítico indoeuropeo (cultura natufiense y Gobekli Tepe). En Mesoamérica, la decapitación post mortem era el primer paso de un tratamiento mortuorio que daba lugar a una cabeza trofeo, un cráneo del tzompantli o una máscara cráneo. La tecnología lítica empleada en las culturas mesoamericanas hacía necesario que la desarticulación se realizase en varias etapas. El tzompantli es un término que se refiere tanto a una construcción donde se colocaban las cabezas de las víctimas como a los cráneos mismos. Las máscaras cráneo son cráneos modificados artificialmente para separar y decorar su porción facial, y se han encontrado en el templo Mayor de Tenochtitlán. La existencia de cabezas trofeo se ha documentado iconográficamente en cerámicas y textiles de las culturas paracas, nazca y huari de Perú. Los indios mundurucú de Brasil y los shuar o jíbaros de la Amazonia ecuatoriana han mantenido esta costumbre. Los shuar, además, reducen las cabezas (tzantzas) en un proceso ritual. Cronistas españoles como Fray Toribio de Benavente �Motolinía� y Gaspar de Carvajal relataron estas prácticas. Conclusión. En la América precolombina se desarrolló profusamente la tradición de la decapitación para obtener cabezas trofeo de guerreros.
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