Alfred Hitchcock fue un buen marido que siempre fue infiel (más de pensamiento que de hecho) a su esposa de toda la vida.
Amaba profundamente y respetaba a su mujer, Alma Reville, pero deseaba a todas las demás mujeres, con preferencia a las rubias protagonistas de sus películas. Un caballero católico y considerado tan reconocible como el 90 por ciento de sus congéneres masculinos contemporáneos.
Su genio no le salvó de tal vulgaridad.
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