Una vez formalizada la guerra contra las Fuerzas del Eje, la industria audiovisual estadounidense olvidó las reticencias con las que había acogido a los primeros filmes antifascistas y se convirtió en un medio difusor de propaganda prointervencionista. El auge de las ficciones de acción bélica fue evidente, pero hasta los entretenimientos de la serie B aparentemente más escapista difundieron mensajes de implicación en el conflicto mundial y de advertercia contra el quintacolumnismo.
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