Los rascacielos, símbolos durante muchos años de una arquitectura megalómana que casi parecía enorgullecerse de su voracidad por los recursos naturales, han cambiado. A partir de ahora, ya no se erigen desde la tierra bajo la firma de un creador de reconocido prestigio, sino gracias a equipos que ponen en común su conocimiento para minimizar el consumo de energía.
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