Cuando terminé el tercer curso de la licenciatura de Químicas, pensaba que mi futuro podría ser la investigación en Química Orgánica. En aquel momento yo no había estudiado todavía Bioquímica. Pero se dio la circunstancia de que en ese verano, en Gijón, tuve la ocasión de conocer a Severo Ochoa, quien influyó decisivamente sobre mi futuro
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