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Resumen de Europa se busca a sí misma

Jochen Thies

  • La cumbre europea de Niza (6-7 de diciembre de 2000) ha tenido casi por unanimidad un eco internacional muy crítico que no se corresponde con la situación actual de Europa ni sus posibilidades políticas. En algunos Estados de la Unión Europea existe el "europeo por convicción", un defensor sin reservas de una unión política que para el éxito de una cumbre sitúa el listón muy alto. En los medios de comunicación nacionales es un interlocutor muy solicitado antes y después de un Consejo Europeo, puesto que de las reuniones de máximo nivel de los Quince, a pesar de la presencia de miles de reporteros, se llega a saber muy poco. Por este motivo la opinión pública de muchos países de la UE se siente decepcionada inmediatamente después de terminar el encuentro. Por cierto, de los "europeos por convicción" hay que decir que alguno de ellos pertenece a esa nueva clase de mandarín que, al manifestarse a favor de la integración europea, ha conseguido considerables ingresos en Europa. Esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de hacer una valoración crítica de una cumbre de la UE.

    También es posible argumentar de forma totalmente distinta. Es decir, partiendo del hecho de que en la actualidad los países comunitarios no son capaces de tomar grandes decisiones políticas a causa de sus múltiples problemas internos. Los que así opinan confían en tres desarrollos dinámicos que han puesto en marcha buena parte de ellos en los años 90: primero, la unión monetaria que finalmente se convertirá en realidad el próximo año; segundo, la innovación técnica y la globalización de las economías nacionales y, por último, una colaboración militar cada vez más estrecha, la también llamada identidad europea de seguridad y defensa (IESD). En Niza, por cierto, no se ha cerrado el camino hacia una unión política de los europeos, sino que se ha aplazado de nuevo y, por lo menos, se han creado algunas condiciones para mejorar la capacidad de trabajo interna de la Comisión Europea y del Consejo de Ministros. Algún día, sin embargo, puede ser de gran importancia la decisión de comenzar la ampliación al Este a partir de 2003-04. Si ése fuera el caso, Niza podría convertirse muy pronto en el lugar simbólico donde, después de unos 200 años de interrupción de la historia, se reunieron definitivamente la Europa del Este y del Oeste.

    No obstante, en Niza también quedó claro que los Quince no estaban dispuestos ni eran capaces de establecer una unión política real de momento. Parece ser que la "ventana de la oportunidad" que desde mediados de los años 70 se fue abriendo centímetro a centímetro, por ahora se ha cerrado.

    Todo esto tiene relación con el enfriamiento del motor europeo: la amistad entre Alemania y Francia. Ésta tiene dificultades para encontrar su lugar en la nueva Europa. Su posición como potencia nuclear ha perdido mucha importancia en el mundo de hoy. El papel de gendarme en África y en algunos puntos calientes del antiguo imperio colonial excede claramente su fuerza, cuyo sistema político está entrado en años y resulta entretanto anacrónico. Además, los políticos franceses -no tanto la población- no han superado hasta hoy la reunificación de Alemania y con ella el aumento de la importancia de este país.

    Un gobierno alemán roji-verde, inicialmente inexperto en política exterior, ha sacado las primeras conclusiones al reconocer que en la mayoría de los países europeos vecinos los intereses nacionales limitan los márgenes de la acción exterior de su gobierno. La decepción en el trato con Francia ha sido especialmente grande, aun teniendo sus antecedentes en Helmut Kohl, durante la segunda legislatura de François Mitterrand. Visto de este modo, el gobierno alemán se ha mostrado de nuevo en Niza a favor de Europa y ha hecho algunas concesiones en beneficio de la ampliación hacia el Este. Queda por ver si los electores alemanes siguen tolerando tal actitud proeuropea. Así será mientras esté en el poder el gobierno de coalición del Partido Socialdemócrata (SPD) y los Verdes, aunque con toda probabilidad los conservadores tampoco abandonarán el camino europeo tomado por Kohl.

    En la mediterránea ciudad francesa también quedó claro que la nueva generación de líderes políticos europeos está mucho menos arraigada al pasado que su antecesora, marcada por la guerra. El entendimiento franco-alemán suponía siempre el reconocimiento de la historia que ha determinado muchos actos simbólicos y prácticos. Gerhard Schröder cree, todavía más que Jacques Chirac y Lionel Jospin, poder renunciar a este hecho. Precisamente en las relaciones con Francia eso se mostrará como una carencia y un defecto evidente. París y Berlín discrepa con mayor facilidad. Ambos gobiernos renuncian cada vez más a buscar un compromiso antes de dar paso a importantes decisiones políticas. No existe en la práctica la relación privilegiada de antaño entre Francia y Alemania a pesar de las adicionales cumbres seudosimbólicas. A Schröder -un raro caso de ascenso en las filas del SPD- se le reconoce miedo en los encuentros con políticos franceses y, en comparación, se siente mejor reuniéndose con el presidente de Polonia o de Rusia. Al mismo tiempo, Reino Unido se ha movido con Tony Blair hacia una posición que hace que sea al menos tan significativa para Alemania como Francia.

    Perspectiva nacional ante problemas comunes Sólo poco tiempo después de la cumbre de Niza, la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) -crisis de las vacas locas- ha mostrado en Alemania con qué rapidez la perspectiva nacional, o incluso el punto de vista de un pequeño land, se convierte en un grave problema en un país europeo. La UE pierde entonces, de la noche a la mañana, su competencia y apenas está considerada, y menos aún aceptada, como autoridad. Alemania, sin duda, ha pasado por alto las advertencias de Bruselas de la extensión de la enfermedad proveniente de vacas de Reino Unido y Francia. Ahora, sin embargo, adopta medidas nacionales y decisiones de los gobiernos de los länder afectados. La posibilidad de afrontar y regular el problema a escala europea ni siquiera se ha sometido a debate público. Por ello, en un clima de opinión tendente a la histeria, dos ministros han tenido que dimitir. De ahí que la crisis de las vacas locas en Alemania no presente nada bueno para el futuro de Europa. Los países que tienen un problema interno se aislan en caso de crisis. Sus gobiernos tienen miedo a ser castigados en las próximas elecciones nacionales. Como agravante a la enfermedad de la EEB hay que añadir que el hecho de que se contagien personas fuera de Reino Unido, podría llevar algún día a conflictos completamente desconocidos en Europa, a mutuas acusaciones y a nacionalismos con una nueva cara. Pero el problema puede tener su lado positivo, es decir, la actual práctica de subvenciones en el sector agrario de la UE no puede seguir como hasta ahora, además se está fortaleciendo la posición de cada agricultor y ganadero frente a las industrias agrarias y las grandes cooperativas. Si esto sucediese, se abrirían perspectivas inesperadas para los candidatos de Europa del Este, con Polonia a la cabeza. En vez de adaptar por completo el sistema agrario, los actuales miembros de la UE tendrían que utilizar el sistema agrario de Polonia, que apuesta por el agricultor individual y que, por cierto, ofrece excelentes productos en sectores clave como el de los transformados cárnicos.

    En Europa sigue faltando una opinión pública que abarque todos los países, condición decisiva para un Parlamento fuerte, reconocido por los europeos como autoridad. Hoy es más difícil que en los años 70 y 80 que Europa se ponga de acuerdo sobre qué líderes son reconocidos como políticos carismáticos por unanimidad. Los medios electrónicos y, sobre todo, los canales privados de televisión actúan como medios nacionales. Estudios sobre la televisión en Alemania muestran que el índice de audiencia se reduce significativamente cuando aparece una personalidad extranjera en el programa.

    En muchos países de la Unión un escaño en el Parlamento Europeo se considera todavía como una segunda oportunidad cuando no se ha conseguido uno en el Parlamento nacional o federal. La crisis de las vacas locas está poniendo de manifiesto que los países comunitarios no aceptan la mayoría de las decisiones que afectan profundamente a las competencias nacionales, incluso en aspectos de simbología política o en la defensa ante posibles amenazas. Por el contrario, en los últimos años se ha desarrollado en la UE el sentimiento de que en este mundo cada vez más unido se da más importancia al Estado nacional y a sus competencias. El Estado nacional no sólo es importante en el problema de la EEB, sino también en la seguridad de los sistemas sociales. En él se depositan las esperanzas en cuanto al empleo y a las perspectivas de futuro. Se debe ocupar de que la afluencia de solicitantes de asilo se mantenga dentro de los límites y de que la migración por necesidad no aumente en exceso. El Estado, por último, tiene una gran importancia emocional, puesto que la mayoría de los europeos sólo se puede entender en su respectivo idioma. Únicamente los pequeños países miembros de la UE, con una población reducida, tienen la necesaria competencia lingüística europea. A pesar de la globalización y del incremento de personas que viajan, el conocimiento de idiomas extranjeros en la UE se está reduciendo de modo sorprendente, y esto es otro de los graves problemas en la relación franco-alemana.

    Si en un futuro inmediato no se produce un avance político cualitativo en la UE, su perspectiva será entonces la de una federación en la que Estados o grupos de ellos quizá colaboren más estrechamente durante algún tiempo, pero no en el camino hacia una unión política. La Europa de los círculos concéntricos no está a la vista. Esta oportunidad existía antes de 1989. Es posible que la caída del muro de Berlín, la reunificación alemana, terminase con ella. Y eso que la Alemania reunificada no supone un peligro de renacionalización. Pero la UE ha de saber que, en el caso de la ampliación al Este, se las tendrá que ver con naciones como Polonia, que ha luchado durante siglos por su existencia como Estado, o como Hungría, que ha sobrevivido como nación pequeña dentro del sistema comunista. Con esto la cuestión nacional ganará en importancia en el futuro orden del día europeo. También de ahí que sea poco probable que los miembros de la UE se dejen dividir en zonas o grupos de Estados que colaboren en distintos grados e intensidad en el impulso del proceso de integración.

    Raíl norte y raíl sur de Europa El enfriamiento anteriormente mencionado de la relación franco-alemana podría fortalecer la tendencia, ya hoy visible, a una división de la UE y a una vuelta a una especie de raíl norte y sur. Alemania sería el líder del norte, en su gran parte protestante, que va desde Reino Unido, pasando por los países escandinavos, hasta la Europa del Este. El jefe del Mediterráneo sur podría ser Francia. Eso sería un camino equivocado porque Europa sólo tendrá una oportunidad de futuro como entidad compacta. En los Balcanes y en la Europa del sureste únicamente se logrará la paz y una economía estable si toda la UE participa en ello. Sólo una Unión sin fisuras encontrará una posición frente a Turquía, que dentro de poco tiempo tendrá unos 100 millones de habitantes. Lo mismo es válido para la, hasta ahora, modesta contribución de la Unión para asegurar la paz en Oriente Próximo. Al fin y al cabo la defensa contra el peligro militar cada día más real de la franja sur del Mediterráneo, de Oriente Próximo, sólo puede realizarse si Europa se considera como comunidad de destino.

    Bajo estas circunstancias es de especial importancia la relación entre Alemania y España. Desde el punto de vista de Alemania, sin embargo, no se trata de sustituir al aliado francés, cada vez más difícil, por otro mediterráneo más fiable. Después de sólo 15 años como miembro de la UE el rango de España ha aumentado, ha ascendido en los últimos tiempos debido a su desarrollo dinámico en el grupo dirigente de la UE. Cuenta con valiosas personalidades para realizar tareas de la Unión, como Javier Solana. Grandes contingentes militares españoles han servido lejos de su patria en Bosnia y Kosovo.

    Asimismo, en el resto de la UE España es un destino turístico importante. A pesar de que falta comprensión entre alemanes y españoles debido a las apariencias negativas que el turismo ha originado, especialmente en zonas como Baleares o la Costa del Sol. No obstante, es España la que tendrá que empezar a hablar de la "extranjerización" que está produciendo la adquisición masiva de bienes inmuebles por parte de extranjeros. El turismo y la compra masiva de primeras o segundas viviendas que destruyen viejas estructuras urbanas pueden compararse con una inmigración descontrolada.

    Alemania y otros países tienen la impresión de que en las cumbres de la UE, Madrid impone sus intereses nacionales de forma contundente. Sorprende el hecho de que los españoles se muestren poco comprensivos con las necesidades de los candidatos al ingreso, y que todavía insista en el aprovechamiento total del Fondos de Cohesión y los fondos estructurales que fueron concedidos en los años 80 bajo condiciones distintas a las actuales. Todos sabemos que no se dará esta generosa práctica de subvenciones en una Europa ampliada al Este.

    Un día no muy lejano, Polonia, Hungría o la República Checa tendrán que soportar la presión de la concurrencia dentro de la UE partiendo de un nivel más bajo que España en su día. Como consecuencia habrá muchos riesgos económicos, sociales y políticos en esos países. Ya pueden observarse hoy en Polonia, país comparable con España en cuanto al número de habitantes. No obstante, después de un difícil comienzo, el contacto directo entre José María Aznar y Gerhard Schröder parece que empieza a funcionar.

    De seguir las dificultades en la relación entre Alemania y Francia -como cabe esperar- España podría llegar a una posición de intermediario e incluso podría consolidar su rango dentro de la UE. En este contexto queda por esperar que logre un acuerdo con Reino Unido respecto a Gibraltar. En este caso, tal y como parece, la paciencia y tenacidad del país afectado está valiendo la pena.

    Respecto al desarrollo de la UE en los próximos años, no se sabe muy bien cómo provocar una nueva aceleración en Europa. Seguramente será el desarrollo tecnológico, el continuo entrelazamiento de las economías nacionales, uno de los grandes impulsos cuyo ritmo apenas pueda seguir la política.

    Algunos países europeos han creado las condiciones económicas y sociales para recuperar el retraso en su desarrollo frente a Estados Unidos, otros todavía vacilan o realizan de modo poco entusiasta las reformas necesarias. Desafortunadamente, Alemania pertenece al último grupo. Después de un comienzo caótico, el gobierno roji-verde tuvo un segundo año relativamente bueno poniendo en marcha varias reformas.

    Entretanto, el brío parece haberse perdido de nuevo. Dentro de poco, las elecciones en algunos länder llevarán a Alemania a una permanente campaña electoral que durará casi dos años. En estas circunstancias no se pueden esperar grandes reformas. Con esto queda por ver qué dinámica económica traerá consigo la introducción de la moneda europea común. Al menos hoy ya son grandes las posibilidades de que el euro, tras una fase de debilidad preocupante, se recupere y que, como mínimo, vuelva a alcanzar la paridad con el dólar.

    De momento, no queda claro si el auge de las nuevas tecnologías seguirá o si se han sobrestimado las oportunidades y las esperanzas relacionadas con Internet y el estallido de nuevas empresas de software. Nadie sabe cómo reaccionarán los ciudadanos ante las inmensas posibilidades de avance del desarrollo tecnológico que se está perfilando en estos años. ¿Tendrán realmente ganas de convertirse en directores de programas de cientos de canales de televisión? ¿El comercio se trasladará realmente a Internet? ¿Dejará de importar en breve en qué lugar del mundo se crea un nuevo puesto de trabajo con ordenador? ¿Se puede disponer de las personas, especialmente en Europa, de forma ilimitada? Europa crea su identidad En este contexto se dibujan, al menos, dos tendencias dinámicas de desarrollo en una Europa que, de momento, tiende a asegurarse, a aclararse sobre su identidad propia. Una concierne a la política de seguridad y con ella a lo que tal vez define Europa en su interior. En los próximos meses se verá que EE UU ya no tolerará el reparto de tareas con los europeos respecto a la política de seguridad. Es cierto que Europa se ha movido en los últimos años: la UE colabora considerablemente en el proceso de paz en los Balcanes y las ayudas económicas y los envíos de soldados exceden con mucho a los estadounidenses.

    Sin embargo, sigue existiendo un evidente desequilibrio entre las capacidades militares de EE UU y las europeas. Puesto que después de caer el muro de Berlín y de terminar la guerra fría, los presupuestos de defensa disminuyeron y ningún gobierno está ahora dispuesto a pedirles a los electores más dinero para el ejército, sólo queda una solución: Europa tiene que desarrollar y encontrar sinergias en el sector de defensa. Y dentro de pocos años tiene que ser capaz de controlar situaciones de crisis, al menos en el propio continente. Pero Washington insistirá en que los europeos se comprometan al lado de la única superpotencia mundial para sofocar en su origen amenazas de guerra también fuera de su propio hemisferio.

    Solamente uniendo partes de los ejércitos nacionales y cooperando con esfuerzo en las industrias armamentísticas y aeronáuticas estará Europa en condiciones de enfrentarse a un doble desafío poco habitual: compensar la retirada paulatina de EE UU de sus compromisos europeos y, al mismo tiempo, adquirir capacidad en operaciones de mantenimiento de la paz a escala mundial. Esto exige también un diálogo abierto y valiente entre los políticos europeos y el electorado nacional que, a excepción de las antiguas potencias coloniales, no es capaz de pensar en tales relaciones.

    Al fin y al cabo la política en Europa tiene que realizar una maniobra difícil de superar: por una parte, tiene que ampliar la mirada a mayores relaciones, a las necesidades de una Europa cada vez más unida; por otra, Europa se orienta con toda probabilidad hacia un espacio más pequeño y abarcable: la región. Aquí, en las tradicionales e intesificadas relaciones en la historia del Viejo Continente, son de esperar los procesos más dinámicos de los próximos años. Una serie de puntos calientes en Europa, el País Vasco, Córcega o Irlanda del Norte, tienen mucho que ver con el problema no resuelto de la relación con el Estado central. Dicho de otro modo, apaciguar puntos calientes sólo es posible si existen salidas a la confrontación. Éstas se ofrecen en una Europa donde las regiones ganan en importancia reduciendo el enfrentamiento entre Estado central y región mediante una red de relaciones entre las regiones europeas. Sería también posible una aceptación de prácticas, de instituciones o, en suma, de mecanismos de resolución de conflictos que en otros lugares de Europa dieron buenos resultados.

    Para tal desenvolvimiento existen muchas señales positivas, así que finalmente podemos atrevernos a formular la tesis de que el proceso europeo irá avanzando en los años próximos, no tanto desde arriba, controlado por los gobiernos nacionales, como por una dinámica desde abajo. Será caótico pero como resultado final contribuirá a la federación de Europa. En ella se puede basar de modo que los países europeos mantengan abiertas todas las posibilidades y opciones.


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