Si el filósofo inglés John Locke volviese a escribir hoy su "Tratado sobre el Gobierno civil", posiblemente se lo pensaría dos veces antes de defender que una sociedad bien estructurada es aquella que se organiza mediante la división de tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Y no digo esto porque alguno de los poderes citado por Locke y popularizados por Montesquieu no tengan que existir; sino porque en nuestra sociedad actual ha cobrado una fuerza extraordinaria un cuarto poder que configura formas de pensar, crea modelos de identificación, sustituye valores y modela a las generaciones más jóvenes. Lógicamente estoy hablando de los medios de comunicación.
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