Su residencia de verano en Dürres es todo lo contrario a sus novelas: un lugar apacible y luminoso. Creyente en la literatura y en el poder de la prensa, sigue siendo el mismo, aunque en estos años sus gafas de pasta hayan dulcificado su imagen y haya logrado ser más autor y menos político in pectore. Con su elección como Premio Aríncipe de Asturias de las Letras 2009 se reconoce su ojo sabio para denunciar lo grotesco de las dictaduras.
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