Resumen de El poeta en su taller
Se lo decía Picasso a Christian Zervos: «El artista es un receptáculo de emociones venidas de cualquier parte: del cielo, de la tierra, de un pedazo de papel, de una figura que pasa o de una tela de araña. Por eso no es preciso distinguir entre las cosas. Para ellas no hay cuarteles de nobleza. Se debe coger lo necesario donde se lo encuentra...» Y la mirada de Antonio Fernández Molina no invalida esta regla de oro picassiana; antes bien, encuentra su inspiración en el mundo que le rodea, sin detenerse en taxonomías ni en remilgados distingos sobre la naturaleza poética de lo hallado. Le basta con mirar y, como le recomendaba el florentino Papini a Giorgio De Chirico, dejarse invadir conscientemente por un estado de somnolencia y por la actitud mental de un niño para disfrutar cada día de la sensación de descubrir de nuevo el universo.
